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Noche Mala

Klaus era un buen chico. Antes de que tocaran el timbre, ya estaba en la puerta para recibir a las visitas moviendo la cola. La familia lo había adoptado hacía poco más de seis meses, como regalo para el hijo más pequeño. Desde entonces, la bolita de pelo marrón y negra había crecido lo suficiente para asemejarse más a un perro joven que a un cachorro. Aún así, su espíritu juguetón no había cesado, y se pasaba el día entero corriendo y mordiendo cosas.  Aquella tarde, cuando comenzaron a llegar los humanos cargando bolsas de colores, Klaus no pudo evitar contener su emoción y empezó a saltar y ladrar alrededor de los recién llegados. Hasta el anochecer se la pasó yendo y viniendo detrás de estos nuevos invitados, exceptuando a una tía abuela a quien no le simpatizaban mucho los animales y que había pedido que lo mantengan alejado.  El primer incidente se produjo por esto mismo cuando, en una de sus carreras por la casa chocó con ella mientras esta transportaba una ensalada por el pasil